martes, 22 de junio de 2010

Dinámicas matrimoniales y dinámicas de convivencia







¿Es distinto sobrellevar una relación o enfrentar conflictos estando casados que solo conviviendo?

Muchas interrogantes se nos suelen presentar a modo de bombardeo antes de tomar una decisión tan importante como contraer matrimonio, o iniciar una vida junto a otra persona a modo de convivencia.
¿Hay alguna respuesta correcta? ¿Es realmente más problemático el matrimonio que la convivencia? Creo que una respuesta certera sería ambiciosa, y más considerando las diversas y posibles concepciones de realidad que tenga cada ser humano o grupo cultural.
Como decía en la entrada anterior, el matrimonio se constituye socialmente como una forma de legitimar el amor entre dos personas, sin embargo esta mirada relativista posmoderna no habita en el discurso de la mayor parte de la sociedad, que tiende a dicotomizar entre lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral, y lo correcto e incorrecto.
La tendencia a creer en una realidad objetiva lleva en ocasiones a perpetuar infinitamente los conflictos entre seres humanos, y el caso de las parejas no es la excepción.


El matrimonio como “seguro de amor”

Vuelvo a preguntar ¿Por qué nos casamos? Las respuestas pueden ser muchas; por amor, porque todos lo hacen, porque es lo correcto, etc. Pero de forma implícita la definición misma de matrimonio es un referente importante al aludir a la eternidad del vínculo de “amor”. Es por esto que no es poco habitual que las personas se casen para “amarrar” (y disculpen lo coloquial del término) a su pareja. En otras palabras toman al matrimonio como un seguro de amor, que garantiza que la relación durará toda la vida.

Familia y pareja

La familia, y la pareja (como sistemas aparte) con sus dinámicas particulares, y sus normas que constituyen retroalimentaciones para perpetuarse en el sistema, se configuran como sistemas operacionalmente cerrados capaces de mantenerse a si mismos. Bajo esta perspectiva, en ciertas familias constituidas a través del matrimonio, se haya presente el mito familiar de que “el matrimonio se debe mantener a toda costa, y mediante cualquier fin” lo que implica que se establezcan reglas implícitas o explicitas que reafirmen el mito, y ante un conflicto grave, se puedan llegar a confundir el sistema familiar y el sistema de pareja. Cabe recalcar que llegado a este punto la intención no es generalizar ni ser absolutista, sólo se plantea una posibilidad hipotética de ocurrencia de ciertas dinámicas dentro de un sistema familiar en la que se haya presente un vínculo marital en el sistema de parejas.

Una familia se puede formar sin necesidad de la existencia de un vínculo matrimonial. La llegada de los hijos y la convivencia sostenida son argumentos suficientes para identificar aquello como una “familia”. Nuevamente, se plantea la hipotética situación en la que un mito familiar puede implicar ciertas reglas implícitas. Imaginemos que en el sistema de pareja que da origen al sistema familiar, se tiene la idea de que al no haber un matrimonio de por medio, hay mayor libertad para acabar con el vínculo. Posiblemente las reglas familiares y de pareja pivotéen en esta idea y a la hora e un conflicto provoquen fácilmente un quiebre familiar doloroso.

Las alternativas anteriormente expuestas sólo tienen el fin de ilustrar dos posibles alternativas de dinámicas familiares, entre muchas otras posibles. No es la intención argumentar a favor de ninguna de las dos posturas. Lo que sí importa, es que los prejuicios acerca del matrimonio y la convivencia, pueden llegar a generar profecías autocumplidas. Es decir, se pueden llegar a configurar de tal manera las dinámicas familiares y de pareja, que provoquen la confirmación de las creencias previas.


La construcción social del matrimonio


El matrimonio, como forma de legitimar el vínculo amoroso entre dos personas constituye una de las decisiones más importantes que se deben tomar en la vida. Sin embargo pocos se preguntan cual es el origen de esta práctica. ¿Por qué casarse? ¿Quién dijo que era bueno?
Se debe tener claro que desde tiempos inmemorables el ser humano ha convivido con otros pares, y las conductas de apareamiento que aseguraron la evolución y la adaptación de la especie al medio, naturalmente han permanecido hasta el día de hoy (como en cualquier otra especie). No obstante, además de la conducta sexual con fines reproductivos, hoy en día nos encontramos con normas morales, y normas sociales (implícitas y explícitas) que le otorgan especial importancia al matrimonio como un paso básico en el proceso de formación de la familia, y como el único medio legítimo para tener hijos e integrarse al sistema. Especialmente para los sectores más conservadores de la sociedad actual, la conducta sexual reproductora sólo debe llevarse a cabo con una persona, y es casi un deber, llegar a tener descendencia.

El objetivo de este comentario es traer a colación el debate sobre la objetividad, que implica a su vez un trasfondo moral casi intocable para la sociedad.

¿Es realmente válido el matrimonio como forma de legitimar el amor entre dos personas? ¿Es la única forma verdadera de llegar a encontrar la felicidad plena en la vida de pareja? Llegado a este punto nos podemos cuestionar perfectamente el porque de muchas costumbres que como participantes de la sociedad desempeñamos. ¿Por qué consideramos normal el matrimonio? ¿Por qué puede ser anormal no casarse? La respuesta alude a la misma pregunta, y sin el objeto de establecer una tautología, lo consideramos normal, porque es la norma. Es decir, el matrimonio se haya presente como representación social, y habita, se perpetua, y reafirma en el discurso social, de modo que sin mayores cuestionamientos, nos casamos, porque es socialmente aceptado, porque los demás también se casan, y porque siempre ha sido así. ¿Y si no hubiese sido siempre así? Si lo normal hubiese sido solo convivir, miraríamos raro a aquel que desee establecer un vínculo formal con otra persona ya sea ante una iglesia o un oficial civil, quizás lo definiríamos con un inmoral, inadaptado, o cuanto improperio que se nos venga a la cabeza.

El matrimonio, como tantas otras prácticas cotidianas e incuestionables por la mayor parte de la sociedad, se construyen en base a un consenso social, en base a una normativa impuesta por un grupo de personas (generalmente grupos de poder), tan seres humanos como aquellos que se casan, y tan seres humanos como quien les escribe y quien está leyendo en estos momentos está reflexión.

El matrimonio no constituye independientemente de los seres humanos una conducta apropiada y correcta. ¿O es que acaso somos tan arrogantes para decir que nuestra cultura es la poseedora de la verdad absoluta? La variabilidad intercultural, y a lo largo de la historia de la humanidad es sorprendente. A mí parecer, vivimos en una burbuja, y creernos poseedores de una verdad absoluta no es más que la expresión clara de un prejuicio etnocéntrico, pues la sociedad cambia, las representaciones sociales cambian, los conceptos cambian, se reacomodan, se modifican, y se ajustan de acuerdo a la deriva temporal de la sociedad.

Finalmente, cabe decir que la convivencia no es un medio ilegítimo para validar el amor, tampoco es la forma “correcta”, pues no hay una forma correcta independientemente de quien la define.

Seamos libres, y legitimemos nuestro amor, como mejor nos parezca

lunes, 21 de junio de 2010

Convivir o Casarse, ése es el dilema


Sin duda que la pareja, como todas las cosas en este mundo, va evolucionando y cambiando conforme evoluciona y cambia nuestra sociedad. Los grandes cambios sociales que han ocurrido en este último siglo, como los derechos de la mujer, la posibilidad de trabajar y el descubrimiento de los anticonceptivos y otros más, han provisto a la mujer una independencia en equidad – para no decir “igualdad” – a la del hombre, lo que ha motivado grandes cambios en la conservadora dinámica del enamoramiento y el matrimonio. De ser una figura y elemento pasivo en la dinámica familiar, con aquel rol de criadora de los hijos, sostén familiar y dedicación exclusiva a la prole y a la cueva familiar, a adoptar un rol activo, aquella mujer independiente y autónoma, la que trabaja y no le rinde cuentas a nadie, la que ahora deja los hijos en el jardín o la sala cuna, y en lo que respecta al hogar, que viva la nana puertas adentro!.
En un contexto histórico mayormente conservador, en el que el matrimonio consistía la máxima expresión de amor y entrega al otro, aquel acto de convivir era sinónimo de inmadurez, falta de compromiso y cuál sabe otro calificativo posible. El matrimonio, el primer gran paso para “sentar cabeza” y así poder formar parte del engranaje de la sociedad, sustentaba un sinnúmero de expectativas, valores y principios, responsabilidades, derechos, etc. La formalización de aquel despliegue de amor eterno y comprometido también requería, a su vez, de una serie de requisitos, desde ser de una buena familia – el dinero era un tema -, ser un buen hombre o mujer, ser trabajador o dedicada al hogar, etc., siendo el cual el más importante de todos era la virginidad, la pureza del cuerpo, que se le entregaba al amado o amada en el momento de la luna de miel, que por lo demás, y como lo señala nuestra ley de matrimonio civil, debía traer a los primeros descendientes al mundo y acogerlos en este nuevo nido de amor. El amor frecuentemente no se encontraba presente, lo que no impedía que surgiera durante el trascurso de la relación matrimonial. Fruto de ello son los fuertes matrimonios de ancianos que ya van para su segunda boda de oro.

Si bien, las cosas han cambiado y con ello, la forma en que hombres y mujeres se relacionan y las expectativas que cada uno entiende y tiene de lo que busca y desea a la hora de establecer un vínculo emocional con otro, hay algunas cosas que no cambiaran, claro está: la mujer siempre gestara a las nuevas generaciones por 9 meses mientras que hombre sufre las consecuencias de no tener una pareja al 100% disponible, el hombre saldrá a trabajar como siempre lo ha hecho – o eso pretende la mayoría -, el kilo de guagua en el hospital público seguirá estando a $150.000 (más caro aún domingos y festivos) o en cómodas 10 UF, la mujer seguirá ligada en distintos grados al hogar, etc.

El nuevo mundo de posibilidades que se le abren a la mujer, provocó el surgimiento de nuevas dinámicas relacionales que, poco a poco se alejaban de los “modelos” de antaño. Los motivos por el cual las parejas se unen en feliz matrimonio han cambiado y el amor mutuo se ha convertido en el motivo fundamental. La conveniencia al parecer, ha caído en segundo plano o ha caído en la desestimación por considerarse, actualmente en nuestra sociedad, un motivo superficial. Con el inicio de la fragmentación y desvalorización de los pilares del matrimonio, las cada vez más crecientes rupturas matrimoniales en la forma de separación y el divorcio, surge desde las cenizas del rechazo, la convivencia como forma de compartir la vida con otro. Esta tendencia en los chilenos ha sido demostrada en el último CENSO realizado el 2002, el cual destaca un aumento gradual de la convivencia (9% en comparación al año 1992, en el cual se obtuvo un 6%), en contraste con el matrimonio que a disminuido en 46,2%. Esto, nos hace preguntarnos ¿Qué motiva la creciente convivencia en los chilenos?¿Cuáles son las ventajas/desventajas de estar casados? ¿Cuál es la mejor?

sábado, 19 de junio de 2010

Bienvenidos:





La familia se considera la unidad básica de la sociedad. De ella obtenemos las primeras experiencias de socialización, amor, valores y enseñanzas transmitidas por los padres. Es el puente que construimos antes de enfrentar a la sociedad.

Durante el curso de la historia, ha ido evolucionando lo que entendemos por familia y con ello lo que la sociedad admite o no de ella. La familia se ha transformado desde aquellas familias numerosas que habitaban un hogar en común hasta la familia compuesta sólo por los padres y los hijos.

Hoy, lo que se entiende por familia está en constante construcción y deconstrucción, motivado por los constantes cambios sociales y culturales. Encontramos desde familias con ambos padres, hasta padres y madres solteros, y aquellos que han optado por la adopción.

Nuestro blog tiene por objetivo abordar temáticas concernientes a aspectos culturales, sociales, económicos que influyen en la familia y las propias dinámicas que vive esta.

Esperando que nuestra propuesta sea bien considerada por ustedes los lectores, se despiden afectuosamente:


Claudio Flores Zúñiga.
Gustavo Moroso Chelmes.
Marcelo Rojas Aceituno.